Míralo bien (Mayo 2008)


No deja de sorprenderme la vida. Mi anterior texto es una pincelada luminosa, algo que brotó de la felicidad, de la efímera alegría. Me gusta la vida por que no entiende de líneas rectas, de horas valle, de laxitud. Al día siguiente a “mira que bien” abro uno de los hornos en los que maduran mis esculturas, y una de ellas, mi anteúltimo proyecto, una pieza de esas que tienen en su interior mi interior, aparece destrozada y sin posible arreglo; pero eso no es todo, pongo la radio y escucho que en Myanmar han muerto miles de personas por un viento muy alterado. Es curioso, en el momento del huracan yo estaba sentado en mi escritorio de madera de teca, escribía y pensaba en Shwedagon, en Yangon, en las túnicas naranjas, en la luz sobre el oro de las pagodas, en el árbol de Bhuda, en la mesa de madera. A la par de mis recuerdos volaba la mesa de madera en la que una niña sonriente vende los pases para entrar a la gran pagoda Shwedagon, junto a mis recuerdos, y sin yo saberlo, echaban a volar las túnicas naranjas y la pobre gente de la antigua Birmania. Curiosa ésta vida multipolar que sonríe mientras llora, que respira mientras muere, que ilumina mientras se ensombrece. Hoy reflexiono y pienso en las escaleras de acceso a Shwedagon, se encontrarán llenas de hojas, de papeles, de ramas, y probablemente, en alguno de los peldaños habrá una mesa entristecida, un prisma de madera vieja que perdidos sus ángulos rectos mirará hacia abajo con la esperanza de que regrese su niña, y la componga, no habrá mesa de sustitución, habrá reciclaje y tristeza. Ahora todos deberíamos ser tristes, y jodernos en nuestra pesadumbre, es buena la tristeza que sabe que al otro lado se sonríe, todo va girando, y lo que hoy es gris mañana será coloreado. Y mientras tanto damos vueltas a la crisis del PP o a nuestra propia crisis, revoloteamos por nuestras miserias cotidianas, por suerte, no somos capaces de sufrir por ellos, puede ser que ya no suframos por nadie, o que con tanta información hayamos llegado a la conclusión de que nada nos afecta, de que mueren los pobres, los olvidados, los que se lo merecen. Poso los ojos en una niña tan bella como las de aquí, con una ropa que no es cómo la de aquí, una peque de pié, una nenita que mira hacia arriba, que se pregunta a dónde fue a parar el techo de su casa, una niña que ha sobrevivido por ahora, y que no sabe que nació en Myanmar, y que sus oportunidades son escasas, y que hay una dictadura apoyada en China y permitida por todos, en fin, me voy a tomar un cafelito, esa niña está tan lejos, los muertos se pudren tan lejos, y los pájaros son tan bellos.

Ir al principio de la página Volver al índice del Expurgatorio