El día que cambió España (Junio 2008)


Es real, es cierto, somos de la victoria el color rojo, almas saltando con muecas de felicidad sin disimulo. Se ha impuesto el toque, la inteligencia, el gusto, el equilibrio, la delicadeza fajada, el aroma de la jovialidad, del desparpajo.

Ante Italia fue la buena. Las dos paradas de Iker y el gol de Fabregas no significan una eliminación del enemigo, son símbolos de una realidad cercana a la catarsis. Esos momentos mágicos exigen un cambio de actitudes, una mirada paralela hacia el otro, si me apuran, una leve ojeada por encima de los hombre de Europa. No es baladí, es un punto y aparte comparable a la conquista de América, un hecho semejante a la llegada de la democracia, una situación de tal magnitud que habría conseguido que pasase desapercibido el aterrizaje de un ovni en la plaza de colon. El vuelo de Iker corresponde en pautas, deriva, tempo y capacidad de emoción a la suite para solo cello numero uno BWV 1007 de Johann Sebastian Bach, aunque en el primer caso la obra de arte esta aderezada por un fin superlativo, la defensa desarmada de la necesidad de un pueblo encabronado de quitarse la caspa en blanco y negro y el lastre recolectado por generaciones   tras una dictadura prepotente que mantuvo en el limbo a la ciudadanía.

Hoy nos pesa menos la nostalgia, la identidad se ha cimentado. Hemos crecido un palmo, y sería fundamental aprovechar el impulso de encontrarnos empalmados. Un himno nuevo, hacer verticales las rayas de una bandera horizontal,  una república, una apostasía general, una España en la que Ana Belén y Víctor Manuel fueran pasado.

Las semifinales caminaron por la  perfección. Nada que decir al pueblo Ruso, no se trataba de inquina, solamente de crear hilos imaginarios zurcidos por una pelota plena, de bailar, como si el cesped recordase a una  sala vienesa, el vals de los bajitos. Hubo momentos sublimes, de bajar el volumen a la televisión y elevar a los Strauss. Nunca olvidaré ese girar y girar abrazado a Beltran con las lágrimas formando compases entre el salón y la cocina.

Y amaneció el Domingo, el día de enfrentarnos a los Panzer, el momento de recordar que nuestros ancestros se habían preparado durante siglos para la victoria. No todo ha sido en vano, y una sangre que ha impulsado el corazón de Publio Cornelio Escipión Emiliano “el africano”, del Cid, de Al- Jatib, de San Juan de la Cruz, de Hernan Cortés, de Malaespina,   de Cervantes, de Velazquez, de Goya, de Daoiz, de Quintero, de León, de Quiroga, de Picasso, de Pau casals, de Lola Flores, de Antonio Molina, de Antonio Lopez, de Juanita Reina, de Barceló, de Adriá,de Sabina, de Serrat, de Indurain, de Gasol, de Alonso, de Nadal…, no podía menos que al lanzar a Torres hacia las líneas teutonas, el bombeo fuese indestructible, la zancada de gazela de Thomson, el braceo del mejor record de braza, y el toque, ese último toque al botoncito que produce orgasmos, momentos de irrealidad no contenida.

Tempus Fugit, y las cosas vuelven a su cauce, pero el cauce es otro, la dirección es diferente, y los propositos distintos. Hemos saltado la vaya y nada será igual, a mi en principio me vale madre, y miro alrededor con displicencia, soy Español, procedo de las grandes mentes que a través de los siglos han poblado la península ibérica, he visto cosas que nunca creeríais, a un hombre volador interceptando con sus manos el empuje esférico de todo un país, a una defensa tapando con su cuerpo los espacios por los que penetran las tristezas, a una media que ha tocado con sus pies erizando el vello de toda una nación,  a unos arietes que han enviado el orgullo de la roja hasta el cosmos para teñir de rojo el infinito. Yo ya dispongo de miembros poderosos, de fuerza inabarcable, yo ya soy homniescente, es mas, yo ya no soy conceptual, soy un hecho.

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